Por: JULIO ENRIQUE AVELLANEDA LAMUS
“Tenemos que entender que, al contrario de lo que nos dicen los medios
de comunicación estadounidenses, el fascismo no es un desarrollo extremo,
limitado a un tiempo y en un lugar determinados, que ocurrió hace mucho tiempo.
Todo lo contrario. El fascismo está extendido, generalizado, y existe en todas partes”.
V:icente Navarro
1. Introducción.
A propósito de la vigencia del fascismo, en un ameno ensayo (1), el escritor Rob Riemen (Países Bajos), nos recuerda uno de los clásicos de la literatura universal y, tal vez, el primero de los textos que impactó en la posguerra: “La Peste”, del escritor francés Albert Camus, galardonado en 1957 con el premio Nobel, moviéndonos a rememorar sus páginas, las mismas que devoramos con ansiedad juvenil en nuestras lecturas de bachillerato.
La obra en cita narra, a manera de testimonio o crónica, una imaginaria epidemia fatal que se desata en la ciudad de Orán (Argelia), probablemente durante la colonización francesa. Acontece en la novela que, el doctor Rieux, por razones de salud se ve obligado a retirarse en descanso y recuperación a un balneario y, prontamente descubre los síntomas leves, pero inexorables de una plaga en la ciudad, pues, encuentra una rata muerta; de tan extraño hallazgo, dio noticia al administrador del predio quien no prestó atención al hecho pues, valorándolo como intrascendente e inusual.
Al día siguiente, el médico halló otras tres muertas y con inquietud refirió al citado vigilante este nuevo suceso, pero, de igual manera, obtuvo como respuesta que, seguramente era una broma, pues, en ese lugar no hay, ni ha habido ratas. En los días sucesivos, el médico Rieux ve, sorprendido, numerosas y cada vez más ratas muertas en las calles de la ciudad, acrecentándose su asombro pues, su consultorio se congestiona de pacientes que sufren al unísono los mismos síntomas: hinchazones, brotes en la piel y trastornos mentales, circunstancias todas que provocan al enfermo la muerte en un lapso de 48 horas. El pánico se extiende entre la población y las autoridades solo se limitan a imponer extremas medidas de higiene y seguridad; las gentes se insubordinan clamando soluciones, obteniendo como respuestas medidas represivas y drásticas.
Ante tan dramático cuadro, el médico, consciente de la magnitud de la peste, junto con otros amigos, deciden actuar para contribuir al control de la situación y la erradicación de la penosa pandemia; aunque el sacerdote Paneloux consideraba la plaga como un castigo divino por el mal comportamiento de los hombres, se unió a la causa, muy a pesar de compartir plenamente el sentimiento, que, cuando todo haya sido superado, al unísono, principalmente las autoridades, negarán la verdad tanto tiempo como puedan, y dirán que no es cierto que hubiese existido la peste, que ya no hay plagas, que las pandemias fueron en la edad media y que dejen de infundir el pánico, porque se sancionará duramente a quien lo haga.
Tras esfuerzos y sacrificios por algún tiempo, finalmente la epidemia fue cediendo, las tasas de mortalidad se redujeron y las autoridades decidieron que todo estaba superado, restablecieron la normalidad y dispusieron abrir las puertas de la ciudad. Se realizaron actos para celebrar este logro, pero el doctor Rieux se abstuvo de unirse a estos jolgorios masivos que, hacían creer que “el reino del terror de la peste había terminado”.
En efecto, bien sabia el médico, como científico que era, lo que, las multitudes jubilosas ignoraban: que “la peste se esmeraba en despistar todas las estrategias dirigidas contra ella, apareciendo allí donde no se la esperaba y desapareciendo de donde se la creía afincada. Una vez más se esforzaba la peste en sorprender “; ciertamente, agrega su relato: “Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa” (2).
Sin duda alguna que, el genio literario de Camus con su novela publicada en 1947, apenas dos años después de concluida la segunda guerra mundial a que nos llevó la propagación de la peste del fascismo de la Europa de Hitler, Mussolini y Franco, a quienes los aliados derrotaron, nos advierte magistralmente en su relato que, esta profusión o epidemia no ha desparecido y que en cualquier instante puede resurgir con todos sus efectos letales.
Finalmente, en el contexto de la parábola de Camus, bien anota Riemen: “Gracias a su lucidez y valentía, Albert Camus y Thomas Mann pudieron entender algo que hoy muchos politólogos son incapaces de admitir. En 1947, ambos lanzaron una advertencia: la guerra ha terminado, pero el fascismo no fue vencido. Aunque se demore algunas décadas, volverá otra vez. No lo reconoceremos por sus ideas, pues el fascismo no tiene ninguna, pero si por sus acciones y su política. Una política del resentimiento el miedo y la ira. Ese es el esqueleto fascista: incitación a la violencia, un vulgar materialismo, un nacionalismo asfixiante, xenofobia, la necesidad de señalar chivos expiatorios, la banalización del arte, el odio por la vida intelectual y una feroz resistencia al cosmopolitismo” (3).
2. Facetas del fascismo contemporáneo.
En entrevista concedida por el pensador italiano Primo Levi (4) en junio de 1982, al ser interrogado sobre la posibilidad del resurgimiento del fascismo, este respondió: “Ciertamente no ha muerto la idea, porque nada muere definitivamente. Todo reaparece bajo nuevas formas, pero nada muere por completo…Las formas cambian, sí; las formas son importantes” (5).
A lo largo de su producción intelectual, Levi fue reiterativo en afirmar que cada época tiene su propio fascismo, significando con ello que, el fenómeno se presenta y expresa en momentos históricos distintos, con sus propias características, no siempre coincidentes, pero, con presencia si, de sus elementos estructurales.
Naturalmente, no se evidencia hoy con campos de concentración al mejor estilo hitleriano, (Auschwitz, Berlín-Marzahn, Varsovia y cerca de 50 más que albergaron ocho millones de prisioneros y donde hallaron la muerte aproximadamente el 70%), aunque se nos anuncia Guantánamo como sitio de concentración para 30.000 migrantes (6); de igual manera, si se quiere, mientras necesite de ella, las nuevas formas fascistas tampoco se muestran inicialmente como adversas a la democracia clásica liberal.
En este sentido, Boaventura de Souza afirma el concepto de fascismo como un riesgo derivado de las democracias posmodernas y, obviamente, plantea que no se trata de regresar a los fascismos de los años 30 y 40 del siglo pasado (7). Por supuesto que no.
Ahora, en el marco del interrogante de Levi, es claro que el fascismo se manifiesta acorde con las circunstancias de cada tiempo histórico en particular y, por ende, resulta entonces válido preguntarnos con el autor: Cual, ¿es el tipo de fascismo que nos corresponde ahora vivir?
No pretendemos en estas breves líneas hacer una exposición extensa que supere el formato periodístico, pero si, de manera sintética y haciendo eco a connotados estudiosos del tema, anotar que, el fascismo se testimonia en los tiempos de hogaño, en tres grandes dimensiones, a saber: En lo social, imponiendo condiciones y limitando derechos; en lo económico, liberando de controles estatales las actividades económicas que favorecen la concentración del capital y la riqueza, privilegiando el poder económico a la dignidad humana; políticamente, estableciendo un régimen de poder autoritario, de miedo, subvalorando la idea del estado de derecho.
En los tiempos de ahora, estas tres formas o moldes tienden a articularse y expresarse conjuntamente, ensamblando un verdadero discurso ultraderechista, que, no por tener caras de presentación “novedosas” y aparentemente distintas, deja de ser auténtico y concentrado modelo de un fascismo contemporáneo.
Son estos regímenes aquellos que exaltan y divinizan el orden, la seguridad y la tranquilidad, pero, entendiendo por tales, las que convienen o se ajustan a sus intereses; aquellos en los que sus adalides (lideres supuestamente carismáticos), están poseídos de un mesianismo tal que, son los ungidos con la misión de salvar la humanidad de los fatídicos apocalipsis de destrucción y exterminio contenidos en los discursos de las voces alternativas que demandan derechos, libertades, seguridad jurídica y reivindicaciones sociales. Fundados en su mesianismo, a ratos providencialismo, proponen la idea de la superioridad de su pueblo y, ellos, solo ellos hacen, “grandes a sus patrias”, “proporcionan la felicidad” y “provocarán la envidia de los demás estados”.
Al mejor estilo de la propaganda agitada por el ministro Goebbels en la Alemania nazi, para quien la paz y la abundancia solo era posible en un país “libre de marxistas y sin el tratado de Versalles”, hoy, proclaman la paz, el progreso y la riqueza, solo alcanzables en las sociedades libres de comunistas, socialistas, demócratas, liberales, ecologistas, migrantes, diversos sexuales, y todos aquellos que les resultan despreciables, pues, se les considera un peligro para sus estados. Al mejor estilo del fascismo hitleriano, todos estos últimos son un “peligro” para su seguridad nacional y es necesario desconocerlos y destruirlos, aún, a costa de los derechos humanos y las convenciones internacionales.
Hoy, los neofascismos tienen la habilidad de acceder al poder por las vías electorales, teniendo claro si, que la democracia es apenas un formalismo para tal fin; en efecto, no ejercen el poder democráticamente, no guardan consideración por la división de los poderes públicos, como tampoco por los derechos fundamentales de las personas y los pueblos, incentivando un nacionalismo xenófobo, instrumentalizando las instituciones a su favor, y, son renuentes a abandonar el poder como quedó en evidencia con Trump (2020) y, Bolsonaro, quienes tras sucesos de fuerza fallidos, pretendieron afianzarse y afincarse al trono presidencial.
En el mismo orden de ideas, está la implementación de las reelecciones indefinidas que han cobrado auge en Latinoamérica en las últimas décadas, naturalmente haciendo del poder abusivo del estado su mayor fuerza electoral para perpetuar a flamantes dictadores, expresiones todas, aunque camufladas en las urnas, de claro corte fascista.
El fascismo contemporáneo asalta la democracia pues, se vale de sus instituciones de raigambre liberal para sabotearlas desde adentro; ciertamente, desmontan sus competencias (libertarios), para otorgarle, a título de prerrogativas a grupos de poder, esas incumbencias que son privativas del poder público, todo en desarrollo de una globalización de raigambre neoliberal.
Expresan siempre la amenaza de la fuerza para el logro de sus fines y la encuentran legitima; asumen así, la más típica actitud del poder fascista (imperialismo), pues, prevalidos en la fuerza militar o en las condiciones o ventajas de carácter económico, subyugan, someten y humillan a los estados que están en desigualdad de condiciones, llevando al extremo de sus vanidades el abuso de su posición dominante, solándose, por demás, con estos excesos.
En el plano “filosófico o de las ideas”, asumen posiciones o actitudes ultraconservadoras, entendiéndose por tales los idearios hostiles a la democracia liberal y a las reivindicaciones sociales y humanistas; en síntesis, pregonan que la sociedad solo puede cambiar cuando sus intereses lo exijan, desde luego, en el riguroso sentido u orientación que ellos precisan y no acorde con las realidades sociales.
Este neofascismo, subestima y niega en su esencia los postulados del estado de derecho, la libertad, la igualdad y la fraternidad que animaron la revolución francesa, como también las formas reales de democracia participativa y de respeto por los derechos de las minorías, presupuestos sustanciales hoy al concepto de democracia real. Para este neofascismo, la democracia no existe objetivamente, pues, ejercida cabalmente se convierte en su mayor enemigo, razón por la que, es preciso reemplazarla por un estado autoritario.
Finalmente, elemento inescindible al fascismo y presente en los neofascismos actuales, es el discurso de claro corte populista; prevalidos en las decepciones y el nihilismo que emana de las coyunturales frustraciones que la democracia suscita, utilizan el concepto de pueblo como la razón de todo su accionar; en tal sentido, el pueblo es una unidad que no admite diferencias en su interior, por lo que, solo existe una opinión; y, en tanto sus caudillos, por razón de su mesianismo, son los únicos capaces de entender ese sentimiento y esas necesidades de pueblo, son ellos los llamados a gobernar.
En el marco anterior, todas las voces o disensos al populismo son distantes del verdadero pueblo, son corruptas, cuando no satánicas; por tal razón, el discurso populista del fascismo se estructura sobre la amenaza a sus contradictores y sobre el miedo a sus correligionarios, pues, los grupos de población disidentes como las minorías étnicas, feministas, diversas migrantes, etc., son un riesgo y un peligro social para la seguridad del estado (concepto asimilado a patria), por lo que deben desaparecer y, de contera, su cultura.
3. Los adalides de fascismo contemporáneo en América: El fenómeno Trump.
En este asalto a la democracia al que nos referíamos líneas atrás, las ideologías radicales de derecha (Ultraconservadoras), mimetizadas en partidos o movimientos políticos, cuidándose de usar formas externas abiertamente nazistas, pero con lenguajes sublímales en esa dirección y, a través de habilidosas maniobras de encarrilamiento de la opinión ciudadana y dominio de masas (experiencia histórica de Hitler en Alemania)), en buena parte de los países latinoamericanos han erigido con carácter disruptivo, lideres autodenominados libertarios (Trump, Milei, Bolsonaro), Bukeles). En Colombia, Rodolfo Hernández ha sido la mayor aproximación a los redentores de este estilo.
Son un claro resurgir del cesarismo romano: gobernantes con ambiciones desmedidas que se jactaban de representar al pueblo, de satisfacer sus aspiraciones a costa de la institucionalidad y a través de un autoritarismo y despotismo extremo.
Su crecimiento y posicionamiento político encuentran explicación en el lenguaje populista frente a dos temas cruciales en la hora actual del continente: la inseguridad, como consecuencia del auge del crimen organizado y, los vaivenes e inestabilidad de los modelos económicos, pues, parodiando a un expresidente de antaño, “A la economía le va bien, pero a las gentes les va mal”. En efecto, a partir de estos dos factores, el neofascismo americano construye un discurso hábil para hacerse a la opinión pública.
Justamente, es lo que apreciamos en sociedades como la estadounidense o la argentina, naciones en las que, dada la pérdida de credibilidad en los modelos políticos tradicionales y en la carencia de clase política y dirigente, seria y capaz, Trump y Milei ser plantean como los grandes actores de un proceso libertario; no cabe duda que el sentido dado a la expresión libertario por estos dos agentes de las corrientes de ultraderecha, constituye una nueva variante del fascismo: ultranacionalismo(chovinismo),conservadurismo moral social y político, defensa radical de la propiedad privada y las economías del libre mercado (la sociedad debe regirse por las fuerzas del mercado), privilegiando el interés económico por sobre los intereses sociales; proclaman la reducción del estado al mínimo, afectando su capacidad intervencionista para regular las relaciones sociales, propiciando, por ende, el libertinaje empresarial, aporofobia (8) y eliminación de libertad y derechos como el aborto y la diversidad sexual.
Estos personajes se agregan un rasgo de excentricidad, protagonizando shows para reforzar su populismo y suplir su ausencia de los escenarios políticos y sociales, haciendo del “pan y circo”, la estrategia fundamental para acceder o mantenerse en el poder. Con razón suficiente, alguien advirtió: “Los partidos, organizaciones y actores políticos de la llamada “nueva derecha libertaria “son en realidad nuevas versiones más extremas de las derechas tradicionales, una adaptación actual y mimetización más sofisticada de las ideologías fascistas en los contextos políticos del tiempo presente. Su denominación como libertarios debe considerarse un eufemismo o un lavado de imagen” (9).
Afirmar que el señor Trump reúne todas las condiciones del fascista moderno, no es un despropósito ni una entelequia de quienes pueden ser sus contradictores; fue entre los suyos, donde primeramente se advirtió tal condición. En efecto, recordemos que el general John Kelly, quien fungiera como jefe de gabinete en la primera presidencia de Trump, en declaraciones al diario New York Times, expresó que, en la eventualidad de ser reelegido, como en efecto lo fue, “gobernaría como un dictador si se lo permitieran”. Aún más, su propia formula vicepresidencial, J.D Vance, “una vez lo llamó el Hitler de EEUU, en un mensaje de texto privado” (10). Curiosamente, muy a pesar de las distancias entre los dos, Trump terminó escogiéndolo como su compañero de campaña, para justamente neutralizarlo; todo indica que allá, como acá, la política también es muy “dinámica”.
De las actitudes del presidente Trump en su primera administración, no es difícil concluir su talante neofascista; bastaría con recordar las designaciones de jueces en la Corte Suprema para anular los fallos que, de tiempo atrás, se expidieron en relación con el derecho al aborto, porque, justamente, el fascismo pretende controlar el cuerpo de las mujeres, al mejor estilo del modelo hitleriano. Sumamos a ello, sus expresiones y actitudes de superioridad, “sus elogios a los dictadores comunistas tanto como a los lideres fascistas”, y su deseo de hacer barreras materiales para impedir el acceso de los migrantes, todo dentro de un contexto que se asemeja a las discriminaciones raciales del fascismo alemán.
Ahora, Trump viene exhibiendo sus posturas “fachas”, no solamente con la reiteración de su xenofobia, sino también con su sexismo, sus expresiones groseras, su lenguaje de guerra y prepotencia, sus amenazas de cambiar el mapa de América, apropiándose de Canadá, del golfo de México, del Canal de Panamá, y sus actitudes de poder hacia los países latinoamericanos que no se sometan a sus caprichos y determinaciones.
Abriga el mandatario la pretensión de hacer del partido republicano, el partido del estado, y de introducir reformas a la Carta de Filadelfia por vía de decreto presidencial, en absoluto desconocimiento de la supremacía de la constitución de los poderes públicos, del poder constituyente y de los derechos fundamentales; en efecto, por vía de medida ejecutiva pretende modificar la “Enmienda XIV (norma constitucional aprobada en 1868), por la cual se dispone que “Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos, y sujetas a su jurisdicción, serán ciudadanos de los Estados Unidos y del estado donde residieren”.
El riesgo que decisiones de esta magnitud enfrentan es que, cooptados los poderes públicos y órganos de control por su partido (característica del fascismo), termine siendo acogido su abuso dictatorial. Por supuesto, cabe al pueblo de los Estados Unidos su derecho a movilizarse para impedir tan atroz atropello al orden constitucional y salvaguardar la Carta de Filadelfia, estimada como el más valiosos de los sucesos históricos de su país.
Trump no repara en desconocer olímpica y descaradamente cualquier orden jurídico; no hay tratados que lo sujeten, ni textos o normatividad nacional o internacional que limite sus arbitrios y despotismos; ciertamente, al decretar de un plumazo el alza de los aranceles al porcentaje que se le antoja (medida absurdamente imitada por el presidente Petro), pasa por alto, sin sonrojarse, los tratados internacionales de libre comercio suscritos entre los estados partes, y a los cuales Los Estados Unidos deben guardar sujeción (pacta sunt servanda). Es que allá, como acá, también debe existir la seguridad jurídica para los importadores y exportadores, inversionistas todos, so pena de llevarlos al espacio de la incertidumbre y la zozobra, con graves consecuencias para sus intereses comerciales. No en vano, sectores de la producción en los Estados Unidos le han expresado su preocupación por decisiones de esta índole.
Sus lemas “Make América great again” y “América first”, son la confesión ultima de su intrínseca naturaleza fascista; mediante el estímulo a sus conmilitones a un nacionalismo extremo, pretende la extensión de sus dominios imperialistas “para seguridad de su nación”, sentimiento que afirma esta guardado con nostalgia por la sociedad gringa. De contera, la afirmación de un racismo, desprecios por la democracia, desconocimiento del principio de no intervención en los asuntos internos de otros estados y, lo más alarmante, la fundación de “hiperliderazgos populistas”. Si, los fascistas hacen siempre el llamado a hacer un país grande otra vez, haciendo eco del señor Hitler: “Alemania será un poder mundial o no será nada en absoluto; Ante Dios y el mundo, el más fuerte tiene el derecho de hace prevalecer su voluntad”.
Habrá oportunidad en espacios posteriores, académicos y periodísticos, para recabar con nuevos hechos y argumentos sobre la vigencia del fascismo en los tiempos de ahora, a cuya cabeza está el señor Trump, autoproclamado soberano gobernante del mundo y dueño de los pueblos que estamos sometidos a su poder imperial. No nos cabe duda de su catadura fascista y de sus inequívocos propósitos de restaurar, en versión remozada, el fascismo del siglo XX, ese modelo político que desoló a Europa. Si, el fascismo es la negación de la igualdad para generar todos tipo de asimetrías y privilegios, en favor de los poderosos y se soporta argumentativamente en la ecuación superioridad – inferioridad como un hecho natural, pues, “con humanidad y democracia nunca han sido liberados los pueblos” (Hitler); en esta especie de fórmula disparatada e irracional, el exterminio de todo aquel que es diferente o que no se sujete, es concebido como válido. Vaya, por Dios, ¡¡¡lo que nos espera!!!
Hago mío, en tal sentido, el siguiente aparte del profesor y filosofo Zubiria Samper: “Son contundentes los síntomas del retorno o persistencia del fascismo en los albores del siglo XXI, desconocer esta presencia se convierte en un dispositivo de poder hacia la complicidad y el negacionismo. El asunto no puede limitarse a una disputa de términos (neofascismo, Urfa fascismo, proto fascismo, nuevo fascismo, etc.), sino a la inminente conciencia de su peligro social y político. Tenemos que evocar las lucidas anticipaciones filosóficas de Benjamín al denominarlo el mayor “enemigo histórico” a vencer y Foucault como el “Adversario estratégico” (11).
Así, frenar el fascismo es una tarea ineludible y depurativa de los demócratas y la democracia; es una labor titánica, por la condición del adversario y por los riesgos que ocasiona, pero por, sobre todo, porque va mas allá del campo meramente político; en efecto, el fascismo es una “cultura” social, mejor incultura, que se arraiga como las hierbas malas y con raíces profundas y fuertes, que todo lo envuelven.
CITAS Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.
(1) ROB RIEMEN, “Para combatir esta era”, edición digital, Taurus, 2017.
(2) ALBERT CAMUS, “La peste”, Libros Tauro, www.LibrosTauro.com.ar, pág. 151
(3) ROB RIEMEN, texto citado, pág. 86.
(4) PRIMO LEVI, (1919-1987) escritor italiano de origen judío, sobreviviente de Auschwitz, dedicó sus esfuerzos intelectuales a la lucha contra el fascismo.
(5)” Regreso a Auschwitz”. Entrevista (inédita) a Primo Levi”, Marco Belpoliti (transcripción), Revista Letras Libres, No. 48, sept. 2005.
(6) El 29 de enero de 2025, el presidente Trump dispuso mediante orden ejecutiva habilitar la base naval de Guantánamo, en territorio cubano, como centro de detención para 30.000 migrantes, considerados por él, como “delincuentes de alta peligrosidad” y eventual amenaza para la seguridad
de la sociedad y de su estado; supuestamente un campo de concentración moderno, pero, al fin y al cabo, campo de concentración.
(7) BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS, “Porque crece el fascismo? ¿Cómo podemos detenerlo?”, https://ilsa.org.co/2024.
(8) Aporofobia: “Fobia a las personas pobres o desfavorecidas”. DRAE, vigesimotercera edición 2014. Es el odio, aversión o rechazo hacia las personas en situación de pobreza, por el hecho de serlo, siendo, en consecuencia, actitud contraria a la dignidad humana.
(9) MISION VERDAD: “El fascismo: sus orígenes y denominaciones contemporáneas”. Misión verdad es un grupo de estudios conformado por académicos e intelectuales venezolanos, abril de 2024.
(10) Las citas en este sentido, y otras más, se encuentran en el texto:” Donald Trump es un fascista? Esto es lo que opina un experto”, publicado en el portal The Conversation, el 25 de octubre d 2024 y corresponden a las opiniones de Benedetta Carnaghi, socia internacional de la Academia Británica Newton de la Universidad de Durham.
(11) SERGIO DE ZUBIRIA SAMPER, “Derechas y fascismo social en la América contemporánea”, articulo contenido en el libro Contra nuestra América, estrategias de la derecha en el siglo XXI, Clacso, 2020, pág. 182.